LOS QUE VIGILAN LA TEMPESTAD - LA RED DE AGUA


Carlos Aimeur 12/11/2017 - Valenciaplaza
La noche del sábado 17 de diciembre, cuando Juan López recibió el mensaje en su móvil, casi antes de leerlo, supo quien se lo mandaba y lo que significaba: tenía que salir de su casa en Picanya e ir al centro de coordinación del Ciclo Integral del Agua del Ayuntamiento de València. El viernes, López, responsable de las estaciones de bombeo y plantas depuradoras, había recibido otro mensaje en su celular al poco de salir del trabajo, en torno a las cuatro de la tarde, que le informaba de que se activaba la emergencia por lluvias. El fin de semana iba a ser movido. Una decena de personas de la Concejalía de Desarrollo Urbano, listadas en un folio plastificado, recibieron la noche del sábado ese mismo mensaje. Durante todo el día todos ellos habían estado comprobando las previsiones de la AEMET en sus smartphones y recibiendo información puntual del estado de las diferentes estaciones de bombeo. La Generalitat había decretado la Alerta Naranja. Llegada la noche, casi la hora bruja, y con la tempestad sobre la ciudad, habían recibido este nuevo mensaje de alerta. Como en tantas otras ocasiones, López se despidió de su familia, se subió a su coche y se dirigió a la oficina principal, en el Cabanyal, en la Avenida del Mediterráneo. Tocaba bailar.

València es una ciudad plana. No hay desniveles. Las montañas más cercanas están a kilómetros. Eso obliga a que el agua potable y las aguas fecales circulen a través de la red pública gracias a las estaciones de bombeo. Newton y la ley de la gravedad no sirven de ayuda. En total hay 81 estaciones, si incluimos los 22 túneles de la ciudad que tienen también estación propia. En los contados día al año que la ciudad sufre una tempestad, son fundamentales para evitar que València colapse. Porque se da una circunstancia climatológica peculiar, que ha sido recogida por Raimon en una de sus canciones y es que en la Comunitat Valenciana ‘no sabe llover’: ‘O plou poc, o plou massa’, que cantaba el de Xàtiva. Un ejemplo: si en un año normal cae sobre la ciudad entre 450 y 475 litros por metro cuadrado, en 2016 en sólo tres días se concentró en torno al 60% de las precipitaciones anuales. Cuando llueve pues, lo hace con ganas. Y ese 17 de diciembre estaba siendo un buen ejemplo.

El episodio de lluvias del 17 no era sino una continuación del día anterior. El temporal, que se extendió entre el 16 y el 19, está considerado por la AEMET como “uno de los grandes temporales [con viento] de Levante históricos en el Comunidad Valenciana por el volumen de precipitación registrado”, equiparable al de otros grandes temporales registrados en fecha más temprana de otoño. Los partidos de la Federación de fútbol se suspendieron y en la costa se registraron olas de más de cuatro metros. La precipitación media fue 127 litros metro cuadrado. Como quiera que los días 4 y 5 de diciembre también hubo otro temporal, ese mes de diciembre acabaría convirtiéndose en el segundo más húmedo desde 1864. Sólo en 1989 había llovido más. Era una auténtica prueba de fuego para el Circuito Integral del Agua. En el pasado reciente, en los años ochenta, tempestades así anegaban la ciudad. Entonces, en los casos de extrema necesidad, las compuertas para desaguar se abrían de forma manual, sólo cuando el oleaje lo permitía. Ahora, con todo el sistema digitalizado y centralizado, si todo funcionaba como debía, el agua debería ser evacuada sin relativos problemas.

López, antes de llegar al centro de la avenida del Mediterráneo, hizo su habitual ronda por los puntos problemáticos que conoce. Imbornales que se quedan colapsados por la caída de la hoja de los árboles, zonas de por sí conflictivas como el túnel de El Saler, donde fue preciso bajó del coche y comprobó, bajo la lluvia, que todo andaba correctamente. Mientras, el jefe de servicio del Ciclo Integral del Agua, Antonio Llopis, acompañado de varios técnicos, iba recorriendo otros puntos. Entre los que formaban parte del comité de crisis se hallaba el Concejal de Desarrollo Urbano, Vicent Sarrià. En total, recuerdan Llopis y López, fueron unas ocho personas las que se dieron cita esa madrugada, además de los empleados que por turno le tocaba estar allí o recorriendo la ciudad. Una vez juntos se enfrentaron a los datos y a la pantalla que monitoriza la red, una especie de gran hermano desde el que se puede comprobar el estado de las estaciones, los riñones de València, o visionar el interior de los 22 túneles de la ciudad.


“La red de València funciona, está bien dimensionada”, asegura López. Pese a que fueron prácticamente 72 horas de lluvia, no se registraron más incidentes en la red pública que los “inevitables” grandes charcos, productos de aluviones. “Siempre los habrá”, conviene Llopis y López explica que, en cuanto disminuye la intensidad de la lluvia, el sistema drena el agua acumulada en poco tiempo. Eso cuando no es producto de algún atasco por hojas muertas. Entonces basta con quitar las hojas para que el agua circule. Al margen de los problemas en el túnel de El Saler, en la tempestad del 17 de diciembre no se cumplieron los peores augurios y finalmente ni les hizo falta hacer uso de comodines. Si lo hubieran precisado, habrían podido abrir las compuertas del depósito ubicado en Marcos Sopena, con una capacidad de 20.000 metros cúbicos. Fue innecesario. En los últimos diez años lo han tenido que abrir tan solo tres veces, recuerda López. Cuando ha ocurrido, “es un espectáculo digno de ver”, dice; algo así como una cascada. Bien entrada la madrugada, los componentes del comité de crisis hicieron una última ronda por la ciudad, comprobaron que los bomberos estaban trabajando en el túnel de El Saler y, en torno a las seis de la mañana, volvieron a sus casas.

Aunque en los últimos años no se han producido episodios de gota fría eso no implica que no existan riesgos de inundaciones. José Ángel Núñez, que es en la actualidad Jefe de Climatología de la Delegación de AEMET en la Comunidad Valenciana, así lo explica. “La época típica de lluvias torrenciales en la Comunidad (y en la ciudad de València), oscila entre septiembre y mitad de noviembre; fuera de esas fechas se pueden dar lluvias muy fuertes, o persistentes, pero sin la adversidad del final del verano o principio del otoño. Dicho esto, nunca se puede bajar la guardia, porque aunque los episodios de lluvia fuera de esas fechas no tengan el carácter tan adverso, en cualquier momento del año se pueden producir fenómenos asociados de lluvias que causen problemas serios, como ocurrió en València el 28 de noviembre del pasado 2016 o en Alicante el 13 de marzo de este 2017”.

Esta precaución es la que hace que los responsables del Ciclo del Agua estén siempre alerta. Con más de 1.500 kilómetros de tuberías, la red es tan grande que si se pusieran todas las cañerías en línea recta se podría llegar a París sin pisar el suelo. Si se añaden las de abastecimiento y alcantarillado, suman casi 3.000 kilómetros; el billete sería de ida y vuelta. En toda València hay distribuidos 56.000 pozos de registro y 72.000 imbornales. Las 81 instalaciones de bombeo que se encargan, a la manera de pequeños corazones, de hacer que lata el agua por el subsuelo, cuentan con más de 300 equipos de motobomba. Asimismo, la Red cuenta con 60 grupos electrógenos y 20 centros de transformación de energía distribuidos por todo el sistema. La potencia instalada en la Red del Ciclo del Agua es de 13.000 kilowatios; en una vivienda unifamiliar la potencia instalada se suele situar en una franja que se mueve entre los 5 y los 9 kilowatios.


Los riñones de València están en buen estado, aunque los últimos análisis han puesto de manifiesto un grave problema, común en las grandes ciudades: las toallitas higiénicas. A diferencia del papel, las toallitas tardan en deshacerse y ese margen de tiempo es el que hace que se compacten formando auténtico tapones que destrozan las bombas. En el Ciclo del Agua están hartos de tener que reparar o incluso retirar motobombas que se han estropeado al quedarse obturadas. Junto a las toallitas, el hilo dental se ha convertido en un villano inesperado. Por su composición resistente, no se disuelven y en ocasiones forman auténticas telarañas que lo atrapan todo. La limpieza del Colector Norte se ha convertido en una de las pruebas más duras de esta legislatura. Por suerte, no hay mal que por bien no venga, la escasez de lluvias de este 2019 ha hecho que apenas se hayan tenido que interrumpir los trabajos.

A corto plazo no existe previsión de tormentas pero, como decía Núñez, no hay que bajar la guardia. Constantemente se está revisando la maquinaria de cada una de las estaciones, comprobando que se encuentran plenamente operativas. El clima es traicionero y más en la Comunitat Valenciana, donde, por sus condiciones geográficas, es difícil realizar predicciones precisas a largo plazo. La experiencia les hace saber que en cualquier momento los responsables del Ciclo recibirán un nuevo mensaje en sus móviles que les avisará de que se ha activado el protocolo de emergencia. Las noches en vela no son precisamente infrecuentes. ¿Y cómo lo llevan las familias? “Bien; saben que no hay más remedio”, explica Llopis. “Es lo que hay”, sentencia López.

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