EL LADO OSCURO DEL PLAN SUR, LA CICATRIZ QUE PARTE VALÈNCIA


18/11/2018 - Carlos Aimeur    Valenciaplaza.com
Por aquí pasaron las máquinas. Como la guerra, arrasaron todo. No dejaron nada. Se llevaron por delante cientos de hectáreas de huerta, alquerías, vidas e historias. Cientos de años fueron literalmente engullidos. En su lugar quedó una inmensa zanja que siempre que llueve en València de manera intensa, durante más de dos días, los ojos se vuelven hacia ella y la miran. Es el Plan Sur, el nuevo cauce del río, que realmente no es cauce porque ahora el río muere kilómetros arriba, en Manises, en el azud del Repartiment. Lo que se contempla en días como este fin de semana es cómo circulan por ella millones de litros de agua que la ciudad no puede absorber. Pero nadie ve el pasado. Nadie puede alcanzar a distinguir lo que había allí antes; por donde ahora discurre esa agua no queda nada. Sólo piedras, hierbas, arbustos, senderos y, ocasionalmente, desechos, como tres bicicletas de Valenbisi abandonadas.

El alcalde València, Joan Ribó, sorprendió a propios y extraños en el III debate del Estado de la Ciudad con su propuesta de estudiar la viabilidad de un corredor verde que enlace el parque natural de l’Albufera con el parque natural del Turia. La idea, su sueño, implicaría establecer un cordón circular que una ambos parques naturales con el Jardín del antiguo cauce del Turia y el nuevo corredor verde. La iniciativa supondría en la práctica cerrar la cicatriz que divide barrios enteros de València como Castellar o Pinedo y poblaciones como Xirivella o Mislata, a las que literalmente parte en dos. Ayudaría a, de alguna manera, terminar el proyecto. Porque, como apunta el arquitecto y director del Museu de Belles Arts, José Ignacio Casar Pinazo, el Plan Sur “no está acabado”. No se trata sólo de ingeniería. De ello dan fe las pintadas que, con más o menos gracia, convierten el hormigón en carteles. Se percibe una necesidad de darle más uso. Vida.

El Ayuntamiento de València se ha puesto manos a la obra y ha encargado un estudio a la concejalía de Devesa-Albufera para que analice la viabilidad de usos del nuevo corredor verde, entendido éste como un corredor ecológico de fauna y flora. Un paseo más amable. Diversas ciudades han desarrollado proyectos similares, recuerdan desde el consistorio, aunque con usos diferentes, dependiendo de las características de cada cauce. Entre otras enumeran los trabajos en el río Besòs, en Barcelona, o en el Manzanares, en Madrid. En el primer caso, además, la infraestructura cuenta incluso con un sistema de cierre y alarmas de prevención en caso de avenidas de agua, muy similar al que se precisaría en València. “Nuestro objetivo es estudiar la renaturalización del nuevo cauce del Turia, conservando su capacidad hidráulica”, asegura el alcalde Ribó a Valencia Plaza.

En las oficinas de la Confederación Hidrográfica del Júcar han oído hablar del proyecto de Ribó, pero sólo lo que se ha transmitido por la prensa porque, explican, allí no han recibido ninguna petición formal. Mientras, en un despacho en la cuarta planta, repartidos entre dos carros de compra y ordenados junto a una estantería, duermen los documentos relacionados con el Plan Sur. Decenas y decenas de tomos. “Es sólo un 5% de todo el plan”, comentan los técnicos de la CHJ. Planos, mapas, memorias, estudios de presupuesto… Ahí se encuentra todo lo referido a la construcción del nuevo cauce del río: doce mil seiscientos noventa y dos metros de longitud, doscientos metros de anchura y una capacidad de desagüe de cinco mil metros cúbicos por segundo. Tarea de titanes, adentrarse en él es apabullante. La memoria del plan está firmada el 30 diciembre de 1961 por los ingenieros autores del proyecto, Antonio García Labrandero y Juan Sancho-Tello. Los planos se hallan divididos en varias partes e incluyen desde los referidos a los encauzamientos, las modificaciones de los riegos, hasta los de colectores y los puentes sobre el nuevo cauce, 18, que se encuentran en perfecto estado 50 años después de su construcción. Y ése es uno de los aspectos que más maravilla del Plan Sur: la valía técnica de su construcción.

Si hay un dato que corrobora la trascendencia de la obra, más incluso que las toneladas de hormigón que se vertieron, los puentes que se levantaron o los kilómetros de tubería que se construyeron, es su presupuesto. En la página 17 de la memoria se apunta que el presupuesto del Plan Sur era 1.986.866.594 pesetas y que se iban a reservar aparte para expropiaciones 290 millones de pesetas; en total, 2.276.866.594 pesetas (13.684.243,83 euros). Un periódico comprado ese mismo día costaba 1,5 pesetas. Según una disposición legal firmada por Franco siete días antes, las obras hidráulicas serían costeadas el 75% por ciento por el Estado; el 20% por el Ayuntamiento, y el 5% por la Diputación Provincial. El importe de la subvención del Estado se calculó en 1.500 millones de pesetas que se financiaron en diez anualidades de ciento cincuenta millones de pesetas. Los valencianos pagaron su parte con sellos hasta que, ya llegados los años ochenta, los sellos fueron más caros que el dinero que se pagaba. Pero ésa es otra historia.

En el último número de la Revista de Obras Públicas coordinado por Vicent Esteban Chapapría y Vicente Dómine, el 3.602, dedicado a la ciudad de València, se incluye un artículo sobre el Plan Sur en el que Alba Vilar reúne a varios de los implicados en su puesta en marcha. Su texto evidencia hasta qué punto fue una obra colectiva en la que desviar el río era sólo una parte del objetivo final. “En los años cincuenta, València contaba con un gran número de pasos a nivel, alrededor de doscientos cuarenta y siete, que dificultaban la circulación y provocaban numerosas retenciones”, recuerda Vilar. La riada del 14 de octubre de 1957 lo que hizo fue plantear la urgencia de una obra cuyos efectos iban más allá del río al que pretendían domar: era una interacción sobre la ciudad. El primer borrador fue realizado José García Labrandero donde se planteaban tres opciones: la solución centro que planteaba agrandar el cauce del río Turia, pero que no resolvía los problemas de los pasos a nivel; la solución norte y la solución sur que finalmente resultó vencedora. Esta contemplaba la modificación geográfica del Turia, estableciendo su final en el azud del Repartiment, la represa de Manises donde ahora acaba el río y a partir de donde se distribuye el agua entre las diferentes acequias. El ser humano vencía otra vez a la Naturaleza. Una victoria que en este caso se devino en imperio y alteró por completo el destino de la ciudad.

Pronto resultó evidente que las modificaciones que introducía el Plan Sur en la estructura urbanística hacían inevitable la revisión de todo el planeamiento. A este respecto el ingeniero Ismael Ferrer apunta en otro artículo de la misma revista que “la aprobación en 1958 de los trabajos del Plan Sur, de Fernando García Ordóñez y Claudio Gómez Perretta, y la posterior aprobación en 1966 del Plan General de Ordenación Urbana de València y su Comarca, adaptado a la Solución Sur, han marcado la estructuración viaria del Área Metropolitana de València”. Una estrategia tutelada desde diversos estamentos. Así, el monográfico de ROP incluye un interesante estudio específico de Francisco Pérez Puche dedicado a los ingenieros Vicente Mortes y Rafael Couchoud. Los dos ingenieros de caminos, miembros del Opus Dei, relata Puche, desempeñaron cargos en el Ministerio de Obras Públicas y siguieron de cerca los paulatinos cambios que tuvieron como eje el Plan Sur y la construcción del nuevo cauce para el río Turia. Los ojos del poder estaban puestos sobre la ciudad.

La obra se inauguró oficialmente el 22 de diciembre de 1969 y las primeras imágenes de su puesta en servicio son de mediados de los años setenta. Desde su puesta en marcha fue celebrada como una victoria por la ciudadanía. A este respecto cabe recordar la anécdota narrada con desazón por Max Aub en La gallina ciega. Recién llegado de su exilio en México para una breve visita a su ciudad, el escritor describe como un bedel del Museo de Bellas Artes le presumía del Plan Sur sin hacer alusión alguna a las obras de arte que custodiaba. Nadie cuestionaba nada.

Con la perspectiva que da el tiempo, la visión empieza a ser diferente. Vicent Esteban Chapapría al hacer balance para Valencia Plaza de este medio siglo del Plan Sur resalta en primer lugar “lo evidente”: que se eliminó el riesgo de pérdidas de vidas humanas y daños por las inundaciones del río en la ciudad. Asimismo destaca “la influencia que ha tenido en el desarrollo de la ciudad y el área metropolitana”. Pero esa influencia se ha plasmado, “como casi siempre”, en ventajas e inconvenientes, comenta. Así enumera que limitó y contuvo el crecimiento de València hacia el sur, un área con mayores problemas de inundabilidad y ambientalmente muy valiosa (con la Albufera y humedales, El Saler). Igualmente señala que encauzó el crecimiento de la ciudad hacia el norte y noroeste, “ocupando huerta”, “indujo a un cierto aislamiento de las poblaciones de l’Horta Sud e igualmente aisló La Punta y Natzaret, y las condenó a la larga, al dejar ambas a los pies de los caballos”.

Con todo, con sus luces y sombras, Esteban Chapapría cree que la decisión “da un saldo positivo”. Otros como el profesor Joan Olmos son más críticos y han dejado escrito en diversos estudios sus reparos a la solución Sur. “Hoy sería difícil asumir, sin más, una solución de aquellas características”, aseguraba hace ahora un año en un artículo en Levante. Sin ir más lejos, cabe recordar que la propuesta inicial pretendía convertir al viejo cauce en un autopista, pero fue la acción ciudadana la que lo transformó en un jardín. No era oro todo lo que relucía en el Plan Sur.

A esas sombras les están dando ahora luz Anaïs Florin y Alba Herrero. Su proyecto Ara vindran les màquines es uno de los dos que ha obtenido la residencia en el Centre del Carme de València gracias a una beca del Consorcio de Museos. A partir del trabajo de ambas artistas en el ámbito de la defensa del territorio, sus luchas y su memoria, esta propuesta, que tiene por subtítulo Relats subalterns de la València del Sud, quiere visibilizar las historias de vida asociadas a la implantación del Plan Sur. “El Plan Sur”, aseguran en la memoria del proyecto, “supuso una de las heridas más grandes y silenciadas del territorio valenciano con la expropiación y la destrucción violenta de 280 hectáreas de huerta productiva, casas, patrimonio y vidas”. Ellas, mediante el uso de los archivos domésticos (en especial fotografías), los mapas y la memoria de las personas que vivieron estos acontecimientos en primera persona, tratan de poner en el centro unos relatos que el discurso dominante convirtió en secundarios. Parten, dicen, de “una necesidad propia y colectiva de cuestionar las lógicas de construcción del territorio, las relaciones de poder generadoras y destructoras de sentidos y los silencios que forman parte de la historia hegemónica”.

Para ello están escuchando a la gente que vivía ahí, justo ahí, encima de lo que ahora es una zanja. Están reviviendo sus vidas, que fueron arrasadas por el progreso. Unas vidas que habían aceptado su derrota. Tal y como explica Florín a Valencia Plaza, “es un tema al que no se le ha dado vueltas o revisiones; no hay libros o estudios sobre ellos. Ha habido un relato dominante que nunca ha sido negativo, sino más bien positivo”. Y lo que están encontrando es un vacío en algunos casos enorme. “Depende de cuál fuese su realidad, las reacciones han sido muy diferentes”, relata Herrero. “Los agricultores han tenido una pérdida más grande. Lo que sucedió [la expropiación y expulsión de sus hogares] se convirtió en un tabú y ahora las hijas no saben si sus padres lo vieron como un atentado al territorio, que es como lo vemos nosotras”, añade. Sí hay una conciencia de las injusticias más inmediatas, como lo inadecuado de las expropiaciones, explica Florin; como “de repente” sus vidas pasaron de desarrollarse en casas amplias, en alquerías, en entornos de huerta, a estar encerradas en pequeños pisos que encima debían pagar en parte; como perdieron relaciones sociales y una vida de proximidad.

La búsqueda de documentación ha sido prolija y en algunos casos difícil. No sólo porque hay que rebuscar entre los archivos de la CHJ, esos carros de la compra llenos de decenas de tomos de documentos, sino también porque los propios afectados no guardan mucho material fotográfico. Al ser de procedencia humilde muchos de ellos no tenían apenas recuerdos, salvo los referidos a fiestas como bodas, bautizos o similares. Esas imágenes de dicha, congeladas en el tiempo, se han convertido en los últimos testimonios de unas vidas que fueron arrolladas por el Plan Sur, ese monstruo benéfico y a un tiempo terrible, ese dragón protector que quemó el jardín del Edén con sus alas.

La reparación del pasado, la adecuación del relato a una visión más justa, que no sólo prime las luces sino que obligue a replantearse las sombras, es una tarea pendiente. Pero no es la única. Así, Esteban Chapapría coincide con Casar Pinazo en que el estado actual de la solución sur sugiere “lo inacabado”. Hay por un lado cuestiones técnicas pendientes, una actualización que ha sido reclamada, entre otros, por el grupo de análisis ‘Impulso a València’ del Ateneo Mercantil, reflejada en un amplio estudio. Y hay también otras más humanas. “La intervención tiene hoy una carencia de encaje paisajístico, un acabado duro, falto de mantenimiento”, señala Esteban Chapapría. “Se pueden sugerir y debatir posibles usos (trazados verdes, vías deportivas y peatonales, etc.). Dichos usos necesariamente deben ser compatibles con la función principal de la obra. Para ello deben ser operados de manera que, por ejemplo, se garantice la seguridad humana con sistemas de previsión meteorológica, alertas y sistemas de evacuación y prohibición de acceso a las personas”, apunta.

Una idea donde encaja la propuesta de Ribó. El alcalde mismo advierte de que “el nuevo cauce del Turia se hizo con un cometido muy específico que no debemos olvidar: canalizar posibles avenidas de agua, tras la experiencia de la riada de 1957. Obviamente, dicho uso es el principal de esta infraestructura y se debe mantener. Ahora lo que hacemos es estudiar la compatibilidad con otros usos posibles, ya sea de carácter únicamente ecológico, o también ciudadano”, comenta. “Este espacio”, recuerda, “depende de la Confederación Hidrográfica del Júcar, y cualquier propuesta de actuación detallada la presentaremos ante este organismo”, dice. Por ahora la conselleria de Medio Ambiente se ha mostrado favorable a la idea, y ya se ha dado el primer paso, que es que el Plan de Ordenación de Recursos Naturales del Turia, ahora en revisión, incluya la ampliación del parque natural al nuevo cauce. Se está camino pues de cerrar la herida que divide en dos a València, una herida que la salvó, sí, pero que causó un dolor sobre el que prácticamente nunca se ha reflexionado. Llenar ese espacio de vida puede ser, en principio, un buen final.

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